En un momento, un policía le pregunta a Clarice: "Dicen que es una especie de vampiro, ¿es así?". Ella le responde: "No hay una definción para lo que él es". Los asesinos en serie convocan nuestros miedos más intensos, a la vez que interrogan acerca de los límites y el traspasar los límites del ser humano. ¿Qué sucedía en el cuerpo y en la mente de Jeffrey Dahmer cuando mataba a esos adolescentes y después comía sus vísceras? ¿Qué dolor y qué furia atravesaba a John Wayne Gayce, el payaso asesino, al matar a los púberes con los que había tenido sexo en la clandestinidad (hay una canción hermosa de Sufjan Stevens inspirada en él)?

John Wayne Gayce animando fiestitas infantiles a través de su personaje Pogo. Se encontraron 39 cadáveres de niños y adolescentes enterrados en su jardín.
¿Y "El hijo de Sam", Davis Berkowitz, a quien un perro le indicaba cuando debía salir a matar durante el ardiente verano neoyorquino de 1979? El asesino serial adquiere mayor complejidad a medida que el capitalismo avanza y es, tal vez, uno de sus síntomas más macabros. Se calcula que en los Estados Unidos hay, en este momento, alrededor de cien asesinos seriales sueltos. Algunos tienen un proceso febril de actividad continua. Otros espacían sus crímenes hasta en años. La myoría se desactiva al llegar a la madurez. O se suicida. En El silencio de los inocentes se narra la cacería de Buffalo Bill, un hombre que secuestra muchachas gruesas para quitarles la piel y hacerse un vestidito. Miren esta escena genial: "It rubs the lotion on the skin", le indica a su víctima, a quien objetiviza, claro.
Gran interpretación la del actor que hace de Buffalo Bill. Pero es innecesario decir que la dupla Hopkins-Forster se lleva todos, pero todos los aplausos. La tensión en cada encuentro -una tensión que no evita lo sensual-, el contrapunto constante, el flirteo, la psicopatía: qué linda relación. Sin embargo, no es el único amor que ronda la película: en realidad, Clarice está completamente seducida por su jefe, Jack Crawford, personaje inspirado en John Douglas, el hombre que lo sabía todo acerca de los asesinos seriales en el FBI. Es más: en la escena final están los dos nerds que identifican a esa mariposa nocturna asiática que colecciona Bill -uno de ellos se había tirado un lance con la detective-. De cualquier manera, el brillo en los ojos de Lecter y el temor frío de Sterling marcan una de las formas, raras, del amor.
Gran película, gran final ("Debo cortar porque un viejo amigo viene para la cena", dice, genial, el gran Hannibal Lecter desde Jamaica). Siempre se vuelve a estos films porque de ese modo es posible pensar que nos hemos sumergido, de alguna manera, en el espacio que jamás querríamos habitar pero que, de todos modos, seduce por su desmesura. El Mal Absoluto hecho hombre. Que puede ser, ahora mismo, el vecino que vive en esta misma calle. Pavada de temor.